Por qué rechazamos las pseudoterapias
Tribuna AbiertaPor Manuel García Bengoechea, presidente del Colegio de Médicos de Gipuzkoa
En respuesta al artículo de Don Vicente Carrión, publicado el 25 de octubre y titulado “El rechazo a las pseudoterapias” que puede leerse aquí
Si muchos profesionales médicos nos organizamos y manifestamos en contra de las pseudoterapias no es por una cuestión de arrogancia, sino porque sentimos el deber de velar por la seguridad de nuestros pacientes, que, a menudo, son desinformados y engañados.
No digo nada nuevo cuando digo que la medicina es una ciencia y su guía es la investigación. Cuando se acepta un método diagnóstico o terapéutico, sabemos que está abierto siempre a nuevas investigaciones que demuestren inexactitudes o insuficiencias, permitiendo corregirlas para el futuro. Esa es la forma que ha tenido la medicina para llegar donde ha llegado, y es la forma que tendrá para seguir consiguiendo mejoras en el diagnóstico, curas de enfermedades y mejora de la calidad de vida de las personas.
Naturalmente, como bien dijo el señor Carrión Arregi en su artículo, todos somos libres de tomar el camino que prefiramos, incluso para que “uno decida que su cáncer se lo lleve sin quimio”. Así es. Existe, por supuesto, la libertad del paciente de elegir; pero existe, o debiera existir, el derecho a una información veraz de los tratamientos o terapias.
Y ese derecho, a día de hoy, se vulnera cada minuto, cada segundo. La influencia de la publicidad es, hoy en día, arrolladora en temas relacionados con la salud. Nueve de cada diez personas buscan información relacionada con su salud en Internet, e Internet es un universo libre, en el que a nadie se le pide su titulación o colegiación para escribir, aconsejar e incluso prescribir, no sólo medicamentos, también terapias sin ninguna base científica. Hay quien recomienda incluso remedios con lejía para curar el autismo.
Los médicos, en nuestro trabajo, debemos explicar cómo se hace el diagnóstico, cuando lo tenemos, cómo hacer el tratamiento (o médico con fármacos o quirúrgico, detallando en qué consiste), debemos darle al paciente un documento de consentimiento informado para que lo firme, informarle (para que las acepte) las posibilidades de curación de dicho tratamiento, sus efectos secundarios, las posibles secuelas, etc. Fuera de este circuito, ¿que suele ofrecerse?
Pues sí, una de las cosas que se ofrecen es tiempo. Doy por sentado que el chamán y otros curanderos tendrán mucho más que 5 o 10 minutos para dedicar a sus “pacientes”. Y el tiempo es, al fin y al cabo, la base para establecer una confianza, un conocimiento, en el que el paciente pueda trasmitirle su dolencia al profesional médico. Es lo que nos falta, tiempo, y de hecho es una de las reivindicaciones de los médicos, sobre todo, de aquellos que trabajan en Atención Primaria: ese tiempo necesario para trabajar la relación médico-paciente, que sabemos que por sí sola mejora a muchos pacientes, sólo por el hecho de transmitir su preocupación. Si tuviéramos más tiempo serían menos necesarias algunas pruebas complementarias, e incluso algunos tratamientos. Y quizás, ojalá, disminuyera el tiempo que nuestros pacientes emplean a terapias engañosas.
Por nuestros años de estudio en la facultad y el estudio continuo y la actualización desde nuestra especialidad, los médicos sabemos que lo que tenemos delante son personas, cada una diferente, cuya historia clínica suele reflejar un axioma muy conocido y universalmente aceptado: no hay enfermedades, sino enfermos. Cada ser humano padece las enfermedades y las expresa de forma muy distinta, aspecto que se añade a nuestro habitual miedo a perder la salud y a la muerte, matizando de forma extraordinariamente compleja el diagnóstico y el tratamiento de cada paciente. Esta situación induce a la vulnerabilidad de la mayoría ante un proceso grave. Y es aquí donde la libertad del sujeto está condicionada por múltiples opciones que se le aconsejan en su entorno.
Los ciudadanos tienen que saber distinguir claramente lo que son creencias, brujerías, charlatanería etc., que a veces les hacen dejar un tratamiento médico, que aunque no siempre es curativo, puede ofrecernos algunas posibilidades de éxito. Considero que la parte misterio de lo que nos enferma, la vivencia de cada individuo, su vulnerabilidad ante la incertidumbre no puede quedar expuesta a cualquiera que le vaya con un cuento, muy bien contado, sobre lo bien que va esta terapia y cómo se curan sus pacientes.
Hoy en día, dejando de lado trastornos de poca trascendencia, no hay ningún camino que resuelva procesos graves que no sea la medicina oficial.
Ver el artículo del Dr. García Bengoechea en el Diario Vasco:
https://www.diariovasco.com/opinion/rechazamos-pseudoterapias-20181102183813-nt.html
Por Manuel García Bengoechea, presidente del Colegio de Médicos de Gipuzkoa