¿Qué le pasa a Elisa?
Comité de Ética AsistencialHace unos días vino a mi consulta una nueva paciente. No conocía a Elisa porque acaba de cumplir 14 años y hasta entonces era atendida por los pediatras. La acompañaba su padre, quien me relató que su hija llevaba ya un tiempo con poco apetito y se quejaba de dolores de tripa y de cabeza. Hace unos meses la llevó por este motivo al pediatra quien, tras realizarle algunas pruebas y no dar ningún resultado anómalo, propuso observar la evolución y, si continuaba igual pasado un tiempo prudencial, la volvería a valorar. Pero seguían pasando los meses y Elisa seguía igual. La exploré, le hice unos análisis que fueron normales, y empecé a sospechar que sus males podrían tener un origen diferente.
Hoy ha acudido a la revisión. Aunque Elisa ha negado tener ningún problema ni preocupación, la ausencia de otro tipo de explicación y la existencia de algunos signos más o menos evidentes (ojeras, expresión triste) me inclinan a pensar en que es posible que pueda tener algún problema. Con una excusa consigo estar a solas con Elisa. Le aseguro que puede hablar conmigo con total confianza y que si supiera lo que le ocurre quizá podría ayudarla. Duda pero, cuando finalmente comienza a hablar, me relata que más o menos desde hace un año, un grupo de chicos del colegio la insulta. Aprovechan los momentos en los que no hay profesores delante, en el recreo o a la salida de clase. En los últimos meses, además, ha empezado a recibir insultos por whatsapp. Por eso no duerme. Antes, por lo menos cuando estaba en casa, se sentía tranquila, pero ahora está siempre pendiente del móvil porque los mensajes pueden llegar en cualquier momento del día o de la noche.
Le pregunto si lo saben sus padres, o algún profesor, y me responde que no. Al principio pensó que pasado un tiempo se aburrirían y la dejarían en paz, pero no fue así. Ahora siente vergüenza y además mucho miedo de que, si dice algo, la situación empeore más porque será una chivata. Visiblemente nerviosa, me ruega que no se lo diga a nadie. Intento convencerla de que hable con sus padres, o con cualquier otro adulto con el que tenga confianza, o que llame al teléfono específico para denunciar el acoso, pero se niega en redondo. Le explico que entre mis obligaciones está la de evitar situaciones de maltrato como la que está sufriendo y establecer todas las medidas que impidan el sufrimiento que está padeciendo, incluida la denuncia. Pero insiste en que no diga nada, en que se lo he prometido y que no debo faltar a mi palabra.
No sé qué debo hacer. Los padres de Elisa deberían saber que su hija está sufriendo acoso para poder ayudarla, pero si yo se lo cuento no sólo es probable que mi paciente no confíe nunca más en mí, sino que incluso es posible que no confíe más en ningún adulto cuando tenga un problema.
Creo que debería buscar alguna solución que no quiebre la confianza de Elisa, pero que, a su vez, garantice que se aborde adecuadamente el problema de acoso que le está afectando a su salud física y psíquica. Debo aliviar su intenso sufrimiento y evitar que tome una decisión de la que todos debamos arrepentirnos.
Pido asesoramiento a la trabajadora social y me pongo también en contacto con una psicóloga para que me orienten acerca de cómo debo actuar. Ambas me dicen que el acoso escolar es un problema complejo que exige en su abordaje la implicación de diferentes agentes (padres, profesores, alumnos, etc.) y un trabajo no sólo con la víctima sino también con los acosadores e, incluso, con el resto del alumnado del centro escolar. Tras escucharlas, decido seguir sus consejos y vuelvo a citar a Elisa. Le explico que tengo una amiga que es psicóloga, que conoce casos parecidos al suyo y que les ha podido ayudar. Le propongo una cita con ella y que después venga a contarme qué le ha parecido. Creo que de esta manera Elisa no se sentirá sola, el trabajo con la psicóloga la orientará acerca del camino que debe seguir, yo no perdería el contacto con ella y seguiría apoyándola para todo lo que necesitase.
Eduardo Clavé, Leopoldo Díez, Begoña Simón, miembros del Comité de ética Asistencial del Hospital Universitario Donostia.