Medikuen Ahotsa

Desigualdades en salud: medicina para él, medicina para ella

Tribuna Abierta
Lucía Gallego Andrés, MD, PhD, MSc
Profesora e Investigadora de la Facultad de Medicina y Enfermería UPV/EHU
Presidenta del Foro Emakumeak Medikuntzan
 

La Organización Mundial de la Salud en la agenda 2030 incluye la Igualdad de Género en sus Objetivos de Desarrollo Sostenible y como primera meta plantea “ poner fin a todas las formas de discriminación contra todas las mujeres y las niñas en todo el mundo”. La Medicina y la Ciencia no escapan a esta discriminación hacia las mujeres creando desigualdades de salud que nos afectan como profesionales y como pacientes y que estarían sustentadas en cuatro pilares: la formación médica, el ejercicio profesional, la representación en puestos de gestión y poder y la atención como pacientes.

La Universidad es una institución educativa y un agente socializador que enseña conceptos y contenidos transmitiendo valores e ideas y formando al alumnado profesionalmente y con valores sociales. En este aspecto, la educación médica necesita implementar contenidos necesarios para la práctica profesional y la atención a la población en equidad, diversidad e inclusividad. Los materiales docentes no están suficientemente adaptados ni en lenguaje ni en las imágenes que proyectan, ni en contenidos que hagan referencia expresa a las diferencias entre hombres, mujeres y otras realidades sexuales y de género como LGTBQ.

La Medicina se escribe en femenino pero, ¿se nos tiene en cuenta a las mujeres como profesionales al mismo nivel que a nuestros compañeros? En la actividad asistencial y medios de comunicación sigue existiendo la imagen del médico de traje y corbata como modelo a pesar que las profesionales mujeres somos mayoría. Incluso en algunos círculos se habla de la feminización de la Medicina como si fuera algo negativo, aún cuando algunos estudios demuestran mejor evolución y menos recaídas en pacientes que han estado al cargo de médicas. En el lenguaje oficial también hay resistencia a utilizar el término médica obligando al uso del masculino genérico que proyecta y perpetúa ese sesgo.

En cuanto a desigualdades en las estructuras de organización y poder, las mujeres estamos en franca minoría: en el último informe de la Organización Médica Colegial se cita que somos menos del 20% en los puestos de dirección en las instituciones de salud, presidencias de colegios profesionales, organizaciones médicas, jefaturas de servicio, etc., y menos del 7% de cátedras y 16% de titularidades en la Universidad. Estas cifras se atribuyen a la desigualdad estructural y lógicas machistas a la hora de realizar la toma de decisiones en cuanto a contratación de personal y para elegir especialidad. También el acoso profesional y la falta de tiempo para conciliar la vida familiar están en el centro de esta baja representatividad.

En los últimos años, y coincidiendo con el aumento de publicaciones científicas con perspectiva de género, se está demostrando que hay que tener en cuenta factores determinantes a la hora de enfrentar la enfermedad relacionados tanto con el sexo (diferencias genéticas, hormonales y de microbioma) como el género (influencia determinante que los roles sociales tienen a la hora de enfrentarse a las enfermedades). No tener esto en cuenta ha causado un perjuicio a la salud de las mujeres pasando por alto las importantes diferencias con los hombres que incluso llegan una peor evolución en muchas enfermedades como el infarto de miocardio, bacteriemias hospitalarias, infección por HIV, etc. También se ha demostrado que los roles sociales atribuidos a las mujeres hacen que se tarde más en ser diagnosticadas y tratadas.

En este aspecto se hace necesaria una investigación diferente a la tradicional que se ha basado en modelos en los que no se utilizan suficientes animales de laboratorio hembras y de mujeres en ensayos clínicos lo que ha ocasionado que no haya evidencias científicas en las mujeres en relación a la clínica, diagnóstico y tratamiento de muchas patologías.

En conclusión, el derecho a la salud es uno de los derechos humanos más importantes, por lo que incidir en las desigualdades que sufrimos como profesionales y pacientes y poner puntos de intervención, debería ser un objetivo prioritario a todos los niveles. Está claro que tanto el conocimiento médico como la práctica clínica están lleno de sesgos de género que perjudica la salud de las mujeres. Es por tanto prioritaria la necesidad de incluir la perspectiva de género en docencia, investigación y  práctica médica y tener presente que los factores sexo y género repercuten directamente en las enfermedades, ya sea en la incidencia, duración y severidad cómo en el abordaje diagnóstico y terapéutico. Tampoco hay que olvidar la importancia del lenguaje e imagen para evitar desigualdades por lo que se hace necesario mejorar estos aspectos y la accesibilidad a programas de control y prevención a través de campañas en medios de comunicación.

Lucía Gallego Andrés, presidenta del Foro Emakumeak Medikuntzan

Temas:
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