Medikuen Ahotsa

Empatía, compasión y Medicina

Comisión de deontología

2015 Junio / Ekaina

Debemos guardar cierta distancia con el paciente para evitar decisiones inapropiadas

Iñaki Ayesa Orobengoa. Presidente de la Comisión Deontológica 

Enpatia, errukia eta Medikuntza

Zenbait eztabaida-lekuetan Afektibitatean Oinarritutako Medikuntza aldarrikatzen dute. Baina medikuok errukia abileziaz erabili be­har dugu gure jardunean, eta pazientearekiko distantzia mantendu behar dugu, gehiegi kontutan hartzen badugu erabaki mediko dese­gokiak har baititzakegu. Emozionalki gehiegi ez identifikatzen ere saiatu behar gara.

Tras recibir la solicitud de preparar un artículo para la revista colegial como miembro de la Comisión Deontológica, y cuando pensaba sobre el tema del mismo, barajan­do el tema de la confidencialidad en la relación médico-paciente, el secreto médico y sus límites, y recordando el caso dramático del piloto que estrelló voluntaria­mente contra la montaña el avión que manejaba llevando a la muer­te a 150 pasajeros, vi sobre la pared frente a mi mesa de trabajo una vi­ñeta que recorté hace un tiempo, cuyo origen no recuerdo con preci­sión y texto en inglés.

Representa a un médico visitando a su paciente, sentado en la cama del hospital, con el clásico “cami­són abierto”. El médico viste de forma convencional, con su bata, una carpeta y fotóforo como com­plementos, pero con la particulari­dad de que un espejo situado justo detrás y que nos ofrece su imagen reflejada muestra una bata abier­ta en su parte posterior, anudada, dejando claramente al descubierto las nalgas del doctor, que advierte al paciente (traducción aproxima­da): “convendrá usted en que soy uno de los médicos con más empa­tia por aquí”.

Me hizo reir. Luego me hizo pen­sar. Y al volverlo a ver dias atrás, me decidí a escribir sobre el tema de la empatía y la compasión en la relación médico-paciente.

Para empezar, mencionaré un afo­rismo o refrán popular leído en el “manual de ética y deontología médica”: “Si compadeces en algo, padeces, y médico que compadece, mejor medicina ofrece”. Y aunque también es cierto que algunas opi­niones sostienen que la compasión es perjudicial para la objetividad y asepsia de los médicos y su prácti­ca, cada vez más voces abogan por incorporarla (quizás re-incorpo­rarla) como elemento fundamen­tal del ejercicio de la medicina.

¿Cuál es el significado de las pala­bras empatía y compasión? En wi­kipedia las encontramos definidas así:

Empatía del griego μπαθής (“emo­cionado”), es la capacidad cogniti­va de percibir, en un contexto co­mún, lo que otro individuo puede sentir. También es descrita como un sentimiento de participación afectiva de una persona en la rea­lidad que afecta a otra

Compasión (del latín cumpassio, calco semántico o traducción del vocablo griego συμπάθεια —sym­pathia—, literalmente «sufrir jun­tos»), es un sentimiento humano que se manifiesta a partir y com­prendiendo el sufrimiento de otro ser. Más intensa que la empatía, la compasión es la percepción y com­prensión del sufrimiento del otro, y el deseo de aliviar, reducir o elimi­nar por completo tal sufrimiento.

Ya para los antiguos griegos, la compasión significaba la parti­cipación en el dolor ajeno, por lo cual “el otro”, el sufriente se con­vertía, aunque no existiesen vín­culos familiares o amistosos, en prójimo.

Podríamos considerar este modo (compasivo o al menos empático) de acercarnos al enfermo como el paso preliminar, que nos sitúa en el deseo de aliviar el dolor/pa­decimiento de nuestro paciente y que pone en marcha una serie de mecanismos (incluidos sin duda los científico-tecnológicos) para alcanzarlo.

Como médico veo que en la defi­nición citada de compasión —“la percepción y comprensión del su­frimiento del otro, y el deseo de aliviar, reducir o eliminar por com­pleto tal sufrimiento— se encuen­tra la esencia de nuestra práctica. ¿Qué otra profesión tiene como elemento fundamental de su desa­rrollo semejante premisa?

Sin embargo, parece cierto que la medicina muy tecnificada, con poco tiempo para escuchar y en­tender al paciente —más allá de pruebas complementarias diver­sas—, está restando de este caudal humanístico. De ahí que en algu­nos foros se reclame, haciendo un quiebro a la famosa MBE (Medici­na Basada en la Evidencia), la lla­mada MBA (Medicina Basada en la Afectividad)

Y posiblemente la compasión deba ejercerse con tacto o con, incluso, cierta distancia. Si se exagera, la re­flexión sobre la enfermedad y el pa­ciente puede ser sesgada y conducir a decisiones médicas inapropiadas. Se trataría, por tanto, de evitar in­volucrarse en exceso emocional­mente (compassionate detachment en terminología inglesa). Y, como todo, puede ejercitarse.

También es verdad que en nues­tros hospitales y consultas diver­sas, cada día asistimos a expe­riencias compasivas. Y que en los últimos años se están produciendo avances con el fin de alcanzar una atención sanitaria que vaya en esta línea. Mencionaré dos inte­resantes ejemplos de este tipo de experiencias en marcha, con sus respectivas webs para quien esté interesado en ampliar su conoci­miento.

El primero es la iniciativa The Schwartz Center for Compassiona­te Healthcare, hospital fundado en los años 90 en Boston, Massachus­sets. Con una filosofía que da gran importancia a la atención compa­siva, realizando reuniones clíni­cas para tratar aspectos emocio­nales de pacientes y cuidadores: http://theschwartzcenter.org

El segundo es el caso de James Doty y su CCARE. Este neuroci­rujano, tras un año sabático, re­gresó a la prestigiosa Universidad de Stanford, y desarrolló en su escuela de Medicina, tras una ini­ciativa de investigación informal llamada Proyecto Compasión, el Center for Compassion and Al­truism Research and Education: www.ccare.stanford.edu

Y termino reproduciendo unas palabras de Kenneth B. Schwartz, fundador del primero de los cen­tros citados: “la experiencia do­lorosa que estoy pasando ha sido mitigada por momentos de gran compasión. He sido el receptor de un gran despliegue de huma­nidad. Estos actos de amabilidad, el simple contacto humano de mis cuidadores, han hecho lo insopor­table soportable”. 

Iñaki Ayesa Orobengoa

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