Medikuen Ahotsa

El género tiene un gran impacto en la salud

Tribuna Abierta

Maialen Berridi Agirre, médica especialista Medicina Familiar y Comunitaria

Cuando se abre la puerta de una consulta, una ambulancia o un quirófano es habitual que nos atienda una médica. Pero no siempre ha sido así. La primera mujer médica Colegiada en Gipuzkoa fue Pilar Lois Acebedo en 1939. La primera en ejercer la medicina en nuestra provincia, oriunda de Madrid y ahijada de Clara Campoamor, en 1936 le sorprendió la guerra en Donostia, donde en 1939 comenzó a trabajar. Emprendió un camino difícil, lleno de obstáculos y prejuicios.

Muchas de nosotras hemos seguido este camino. Las más jóvenes en muchas ocasiones no hemos sido conscientes de las dificultades que han tenido que superar nuestras predecesoras. Pero lamentablemente, hemos sido testigos del machismo latente. Desde la universidad, durante la especialización y la práctica asistencial. Profesores, compañeros, pacientes y familiares educados en una sociedad patriarcal y androcentrista, nos han menospreciado, nos han tratado de “chavalas“ o “chiquillas”, han juzgado nuestra forma de vestir o comportarnos, nos han exigido más que a nuestros compañeros. Aún hoy, persisten especialidades médicas en las que implícitamente se entiende que deben ser hombres quienes las ejerzan.

A pesar de las dificultades muchas compañeras han conseguido hacerse camino y la feminización de la medicina es un hecho. En Gipuzkoa a día de hoy el 55% de las colegiadas son mujeres. Exactamente el Colegio de Médicos de Gipuzkoa tiene 2.270 miembros mujeres (55%) y 1874 miembros hombres el (45%). Cinco de las seis Directoras Gerentes de las Organizaciones Sanitarias Integradas son mujeres y todas las Directoras Médicas son mujeres.

Pero no hay que pecar de ingenuo, persisten dificultades y obstáculos relacionados con las características socialmente construidas que definen y relacionan los ámbitos del ser y del quehacer femeninos y masculinos.

El cambio hacia la feminización ha aportado preguntas como ¿Enfermamos y morimos diferente las mujeres y los hombres? ¿Por qué?

Múltiples estudios alertan que ser mujer se ha relacionado con un aumento de riesgo de morir por un infarto (IBERICA 2004), tener diagnósticos tardíos, tener mayores efectos secundarios relacionados con fármacos, sobrediagnóstico o sobretratamiento.

La diferencia biológica que existe entre hombres y mujeres explica la diferente manera de enfermar. Pero el problema radica en que las investigaciones y estudios realizados animales o humanos en su gran mayoría han sido en hombres. Entiendo al hombre o el macho como el modelo perfecto para los estudios. Por lo tanto, históricamente se ha tratado a la mujer siguiendo el modelo masculino.

En la práctica existen enfermedades en la que se han infraestimado características biológicas propias de la mujer (artritis reumatoide, el lupus, la esclerosis múltiple …) o se han apartado de la investigación enfermedades de mayor incidencia en mujeres (trastornos de alimentación, ferropenia, la depresión, la fatiga crónica…)

En este sentido en 2013 se publicó la Guía de Práctica Clínica (OSTEBA, Gobierno Vasco 2013), con objetivo de analizar y disminuir los sesgos de género.

Pero la posibilidad de enfermar no se relaciona solamente con los factores genéticos, edad sexo o características biológicas. Se ha demostrado que entre los factores que determinan la salud de las personas, tiene mayor impacto los factores sociales, ambientales, psicológicos y el género. El género femenino tiene mayor riesgo de sobrediagnóstico, sobretratamiento y peor salud percibida. La violencia de género tanto psicológica como física es la punta del iceberg de todas las enfermedades relacionadas con la misma.

El sistema sanitario y la sociedad en general debemos aceptar el reto que nos ofrece el cambio, aceptar la nueva situación y trabajar hasta conseguir la equidad en la salud. Debemos ser conscientes del impacto en la salud de los roles impuestos, visibilizar el problema. Debemos cuestionar la ciencia, estudiar los sesgos de género y corregirlos.  Debemos centrar la gestión y la práctica asistencial en el paciente. Actuar de forma contundente en la prevención y detección de la violencia de género tanto psicológica como física. Es imprescindible apostar por una formación en términos, de igualdad y de equidad para las futuras generaciones.  

Maialen Berridi Agirre, médica especialista Medicina Familiar y Comunitaria

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